viernes, 20 de octubre de 2017

Con la miel en los labios

Crítica de El rencor de la montaña insomne, de Samuel Vernal.

¡¡CUIDADO!! Este texto contiene spoilers.

Supongo que debí intuirlo al ver que apenas quedaban hojas en el libro. El giro que estaba dando la historia no podía contenerse en tan poco espacio. Lentamente, al pasar cada página, acariciaba las que faltaban. Ansioso por saber qué iba a suceder. Cómo se resolvería todo. Y llegué a la página 362 conteniendo el aliento. En esos momentos no sabía que El rencor de la montaña insomne no era más que la punta del iceberg literario que prepara el vitoriano Samuel Vernal. Al igual que otra paisana, Eva García Saenz de Urturi, este genio del género ‘noir’ prepara una trilogía, de la que esta novela es sólo la primera entrega. Así que imagínense la sensación de sorpresa al descubrir ese presunto final (por cierto, qué gran final) sin saber que había un ‘continuará’ pendiente.
Querido Samuel. No quiero que pienses que esto es una amenaza, te lo digo con cariño. ¡Pero escribe, maldita sea! ¡Escribe rápido, no nos dejes con la miel en los labios! Porque debo reconocer que tu historia engancha hasta límites insospechables, convirtiendo a los lectores en seres tan insomnes como algunos montes de Rioja Alavesa.
El rencor de la montaña insomne no es sólo una novela negra. Su trasfondo histórico, que cobra todo su esplendor casi al final, es tan genial como la trama oscura de asesinatos y conspiraciones que se desgranan en cada página. Si bien al principio algunos detalles, como la personalidad de David Vanner o el universo de seres atractivos que pueblan el libro, pueden provocar algo de rechazo, eso se olvida en cuanto la trama eclipsa todo lo demás. Con una redacción brillante en la que destacan las descripciones y la psicología (eso sí, compleja), de cada uno de los seres que habitan este relato, Vernal regala una sesión de lectura única.
El autor la vende como la trilogía que desvela el origen del euskera, pero la historia va mucho más allá al desplegar ese halo de misticismo que envuelve a la familia Elguea. Su composición, quizá por estar ambientada en Euskadi, me recuerda mucho a las novelas de Ibon Martín, otro genio literario que fusiona pasado con sangre en sus creaciones. Y también, en lo que corresponde al entramado empresarial de la corporación para la que trabaja David, he intuido a ese Joseph Finder que con tanto talento ha concebido historias como Paranoia o Instinto asesino.
Dicho esto, y con la esperanza de no haber desvelado demasiado a un posible futuro lector (con perdón a Florencio Martínez, que insistió siempre en que una crítica literaria no podía estropear al lector la sorpresa que le reservaba el autor), he de confesar que hay algo que me repugna por completo. No forma parte de la historia, sino del cómo. Porque El rencor de la montaña insomne no viene respaldado por un gran sello editorial, o al menos uno mediano. Es el propio Vernal el que se ha arriesgado con la autopublicación. De nuevo, y ya lo comenté con el caso del bilbaíno Fran Santana, una historia magistral acaba encajonada en este mundo difuso al que por desgracia los escritores debemos acudir cuando las editoriales recelan de los autores desconocidos.
Aun así, Vernal entra por la puerta grande en esta familia literaria en constante crecimiento que conforman los escritores vitorianos. Y le auguro mucho éxito con sus próximas entregas, que espero que no se demoren. 

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