jueves, 24 de mayo de 2018

El vals de las letras

Reseña de ‘La sinfonía del tiempo’, de Álvaro Arbina

Hay novelas que se escriben con pincel, dotando a cada párrafo de una esencia especial que sólo alcanzan las obras de arte. Cuando una de ellas llega a las manos de un amante de la lectura, el flechazo entre ambos es inevitable. Es la magia de aquellas historias que, además de estar perfectamente escritas, aportan en cada capítulo una pizca (o grandes dosis) de sabiduría al tiempo que emocionan al lector. Y, por supuesto, no todos los libros llegan a alcanzar esta categoría. Pero en el caso de ‘La sinfonía del tiempo’, la segunda novela del vitoriano Álvaro Arbina, su libro cumple con creces estos requisitos.
A caballo entre una de las grandes novelas de Ken Follet y la intriga de Zafón, ‘La sinfonía del tiempo’ arranca con la misteriosa desaparición del marido de Elsa. Un extraño suceso que arrastrará a esta joven desde su casa de Londres hasta la villa que su familia, propietaria de una de las empresas siderúrgicas más potentes del Bilbao del XIX, tiene en la costa vasca. Su búsqueda de respuestas chocará con un secreto que sólo los fantasmas del pasado parecen conocer.
En esta historia Arbina abre tres tramas que se entremezclan con maestría hasta llegar al nexo común: la búsqueda desesperada de Benjamin, el pasado familiar de los Zulueta y la obsesión de un científico por encontrar la sinfonía que entonan los engranajes del mundo. Todo ello ofrece un billete de primera clase para viajar a través del tiempo a la época industrial y sus contrastes entre la opulencia de la burguesía y la pobreza más extrema de la clase obrera, amén de un repaso a la miseria humana que acompaña al poder.
Si con ‘La mujer del reloj’ este joven arquitecto vitoriano debutaba en el mundo literario por la puerta grande gracias a una cuidada novela histórica en la que había empeñado años de trabajo, lo cierto es que su segundo libro lo consolida como uno de los grandes narradores de nuestra época, con un estilo madurado respecto a su primera obra y un afán de enseñar la historia a través de las palabras.
No es de extrañar el éxito que ha alcanzado, pues Arbina siempre ha buscado la perfección en las tareas que emprende. Quienes hemos podido conocer su faceta de arquitecto y ver alguno de los proyectos que ha elaborado (en los que no falta detalle y cuidado) sabemos la dedicación y el esmero que pone en cada uno de sus trabajos, y él mismo ha reconocido que su método de trabajo para escribir cada novela implica documentarse hasta el extremo, dejando que las ideas que llegan se acumulen en una montaña de post-it que le llevarán después a la obra maestra.
De lo único que puede pecar ‘La sinfonía del tiempo’ es de ser algo compleja en la trama en la que el profesor Higgins busca demostrar que existe esa melodía, aunque ello no impide una lectura adictiva que ansía desvelar el misterio. Leer esta novela es una experiencia en la que se entremezcla la ilusión de estar ante una obra maestra con el orgullo de ver que un joven ha sido capaz de crear algo que en nuestro imaginario sólo está al alcance de los escritores más veteranos.
No me cansaré de recomendar esta novela, puesto que cualquier lector sabrá apreciar en ella la magia de las palabras. Como bien dice Arbina, no se trata de un libro para devorar, sino que necesita ser degustado. Tiene toda la razón.


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