martes, 13 de febrero de 2018

Entre la cordura y el amor


Más de 100.000 ejemplares vendidos de 'El día que se perdió la cordura' avalan el buen trabajo del escritor Javier Castillo a la hora de hacer que los lectores sueñen a través de sus historias. La cifra sin duda llama la atención (junto con el ritmo de ventas que lleva la segunda parte, 'El día que se perdió el amor'), y consagra a este autor en el catálogo de los fenómenos editoriales de los últimos tiempos. Algo que hay que agradecer, y mucho, a la valentía de este muchacho que escribe desde los 14 años, además de a su talento para sorprender en cada capítulo. Porque si Javier no se hubiera atrevido a dar el paso de subir su libro a Amazon, nada de esto hubiera sido posible.
Él mismo cuenta que tomó la decisión al ver que las editoriales tradicionales no se mostraban muy receptivas ante su manuscrito. Sí, ese que lleva ya más de 100.000 ejemplares. Por libre, y gracias a que el libro derrocha ingenio e intriga, logró llegar a más de 30.000 personas, y eso hizo que un grupo editorial viera el potencial de Javier como escritor. Se trata de un nuevo caso en el que el temor del mercado a apostar por nombres desconocidos condena a libros que merecen estar entre los más vendidos. En este blog ya he citado el caso de Samuel Vernal o Fran Santana, pero hay muchos más (Umbriel ha publicado 'Los crímenes azules', de Enrique Laso, después de que su saga acumule más de millón y medio de lectores) que evidencian que algo falla en el engranaje del mundillo editorial.
Es fácil entenderlo. El riesgo a perder la inversión influye mucho en estas decisiones, y arrastran a los autores a la opción de la autoedición como alternativa para llegar a sus lectores. Javier Castillo ha tenido la suerte de que el público haya reconocido un buen libro y le haya permitido reeditarlo con los grandes. Pero no por estar lleno de lógica es injusto que editoriales de prestigio despachen un manuscrito sólo con leer un resumen, la biografía del autor y unas cuantas páginas. Las que lo hacen, claro.
En fin, la cuestión es que en este mercado de segundas oportunidades se ha colado con fuerza una pieza especial, que reúne los ingredientes necesarios para mantener en vilo al lector hasta la última página. 'El día que se perdió la cordura' habla de dolor, de muerte y de locura. Pero en sus páginas nada es lo que parece, y a medida que se entremezcla el pasado con el presente y se van atando cabos las tinieblas dan paso a cierta claridad, y llevan a empatizar con los personajes.
Ya en el arranque, con Jacob caminando desnudo y cubierto de sangre y una cabeza en la mano, se puede advertir que el autor plantea una historia arriesgada. Las ganas de obtener respuestas a todas las dudas que brinda esa estampa se ven recompensadas por dosis de ingenio y nuevos personajes que reconstruyen el puzle de misterio que regala Javier. Allí aparece un mundo en el que impera la desesperación del ser humano y donde ya no existe ningún límite. Un universo del horror en el que es difícil distinguir a los buenos de los malvados. Y todo gracias a un planteamiento que pone patas arriba todas las teorías que pueda tener el lector.
'El día en que se perdió la cordura' atrapa, siembra dudas y regala respuestas que son recibidas con placer y con nuevas preguntas, y no da tregua hasta su última página. Todo ello con una brillante descripción y un dominio de la psicología humana y del duelo a caballo entre Katzenbach, King o Kellerman, entre otros. Desde luego, su trama original cautiva y ayuda a enamorarse de esta obra literaria.
Debutar con algo así es sinónimo de éxito, como bien se ha demostrado, y no está al alcance de cualquiera. Y aunque al terminar el libro siguen quedando preguntas y ganas de saber más, lo cierto es que con esta historia podíamos darnos por saciados. Sin embargo, Javier tenía claro que se trataba sólo del comienzo, y por ello hace unas semanas vio la luz 'El día que se perdió el amor'. Título, por cierto, muy acertado. Genuino. Página 404. Ahí cobra todo el sentido.

RIESGO DE ‘SPOILER’

El segundo libro de esta saga llega dispuesto a arrojar más luz sobre la curiosa secta que ansía salvar al mundo a través del asesinato. Para ello el autor no duda en castigar a sus personajes para forzarles a resolver el misterio. Es, sin duda, una buena historia, que da algunas respuestas con cuentagotas, a cambio de sumir al lector en un nuevo mar de incógnitas. Pero durante su lectura he notado una sensación diferente a la que me provocó la primera parte. Le falta, a mi juicio, esa chispa especial que provoca lo nuevo, el adentrase en un territorio virgen, aún sin explorar. A 'El día que se perdió el amor' se llega con parte de la lección aprendida, con un conocimiento que al final condiciona la aventura de leerlo. No por ello deja de ser grato y placentero, aunque guarda cierta distancia con el arranque de la saga.
Que quede claro que el libro sigue siendo bueno, un digno sucesor de 'El día que se perdió la cordura' y un ejemplo más del talento de Javier para contar historias. Aunque el bueno de Bowring no crea esa conexión que ayude a empatizar con él, ni tampoco la chica misteriosa que lo introduce en este descenso a la cordura. Es con Jacob, con Steven y con Amanda con los que se sufre realmente, gracias a su magnetismo y a la cercanía que produce conocerlos de antes.
Es muy manido el dicho acerca de las segundas partes, y ni siquiera Douglas Preston y Lincoln Child se libran de ello en la segunda parte de 'El ídolo perdido'. Sin embargo, en ambos casos la lectura de ese segundo libro sigue haciendo que el lector vibre, padezca junto a los personajes y sueñe. No es que sean malos, al contrario. Son obras de arte, que aportan una nueva perspectiva y una lectura agradable. Ellos no tienen la culpa de que su primera parte rompiese todos los moldes.




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